Titulares que impactaron en el comportamiento esta semana:
Focos Nacionales e Internacionales
En Chile, la inflación de febrero se ubicó en 0,3%, por debajo de lo esperado. Los principales ítems que disminuyeron fueron los pasajes aéreos y paquetes turísticos.
En el mundo, a 15 días del inicio de la invasión rusa en Ucrania, EE.UU. prohibió la importación de petróleo y gas desde Rusia.
Tras las sanciones, Rusia impidió las exportaciones de algunos productos y materias primas, sin detallar cuáles son.
Al cerrar la semana, los mercados percibieron de manera positiva el acercamiento entre Rusia y Ucrania, dándole un respiro al petróleo que cerró en US$112 el barril.
Tras fuerte alza de enero, IPC de febrero sorprende a la baja
Sin embargo, la inflación subyacente se mantiene elevada y los precios seguirán subiendo, tanto por los efectos de segunda vuelta a nivel local como por impacto del contexto internacional.
En enero el IPC había tenido un sustantivo incremento, duplicando las estimaciones de mercado. Esta vez vuelve a sorprender, pero en sentido contrario con un incremento de solo 0,3%, menos de la mitad de lo que se esperaba (Bloomberg: 0,7%; Santander: 0,6%). Con esto, la variación anual del índice de precios se elevó a 7,8%.
Por segundo mes consecutivo el componente de alimentos y bebidas no alcohólicas fue uno de los que más aporta al alza (1,8%; incidencia: 0,358 pp). También contribuyó el componente de energía (incidencia: 0,129 pp), en línea con el aumento de los precios internacionales de los combustibles de meses pasados. Lo anterior fue parcialmente compensado por la importante reducción en paquete turístico y pasajes aéreos, que en conjunto incidieron -0,54%. Estas bajas se explican por la estacionalidad negativa del mes y la reversión de las grandes alzas observadas a fines de año pasado, cuando el tipo de cambio se depreció con fuerza y la demanda interna estaba muy boyante. De esta manera, el IPC SAE (sin alimentos y energía) tuvo una caída mensual (-0,3%) y su variación anual retrocedió hasta 6,6% (7,1% en el mes previo). Sin embargo, el IPC sin volátiles (medida de inflación subyacente que el Banco Central mira con cuidado y que para este mes excluye pasaje aéreo y paquete turístico) tuvo un alza importante (0,7% m/m) y su variación anual se empinó hasta 6,5% a/a. Esto da cuenta que las presiones inflacionarias siguen presentes.
En los próximos meses, los precios seguirán subiendo a un ritmo importante, tanto por los efectos de segunda vuelta de las alzas recientes del IPC como por los aumentos en los valores de las materias primas a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania. Con ello, estimamos que en marzo podríamos ver un incremento del IPC cercano a 1%, y luego, en abril y mayo, valores algo menores, pero aún elevados. Así, la inflación anual podría acercarse a 10% a mediados de año. Sin embargo, en la segunda parte del año, conforme los precios de las materias primas se normalizan y la demanda interna se modera, la inflación debiese retroceder.

Tras fuerte alza de enero, IPC de febrero sorprende a la baja
Sin embargo, la inflación subyacente se mantiene elevada y los precios seguirán subiendo, tanto por los efectos de segunda vuelta a nivel local como por impacto del contexto internacional.
En enero el IPC había tenido un sustantivo incremento, duplicando las estimaciones de mercado. Esta vez vuelve a sorprender, pero en sentido contrario con un incremento de solo 0,3%, menos de la mitad de lo que se esperaba (Bloomberg: 0,7%; Santander: 0,6%). Con esto, la variación anual del índice de precios se elevó a 7,8%.
Por segundo mes consecutivo el componente de alimentos y bebidas no alcohólicas fue uno de los que más aporta al alza (1,8%; incidencia: 0,358 pp). También contribuyó el componente de energía (incidencia: 0,129 pp), en línea con el aumento de los precios internacionales de los combustibles de meses pasados. Lo anterior fue parcialmente compensado por la importante reducción en paquete turístico y pasajes aéreos, que en conjunto incidieron -0,54%. Estas bajas se explican por la estacionalidad negativa del mes y la reversión de las grandes alzas observadas a fines de año pasado, cuando el tipo de cambio se depreció con fuerza y la demanda interna estaba muy boyante. De esta manera, el IPC SAE (sin alimentos y energía) tuvo una caída mensual (-0,3%) y su variación anual retrocedió hasta 6,6% (7,1% en el mes previo). Sin embargo, el IPC sin volátiles (medida de inflación subyacente que el Banco Central mira con cuidado y que para este mes excluye pasaje aéreo y paquete turístico) tuvo un alza importante (0,7% m/m) y su variación anual se empinó hasta 6,5% a/a. Esto da cuenta que las presiones inflacionarias siguen presentes.
En los próximos meses, los precios seguirán subiendo a un ritmo importante, tanto por los efectos de segunda vuelta de las alzas recientes del IPC como por los aumentos en los valores de las materias primas a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania. Con ello, estimamos que en marzo podríamos ver un incremento del IPC cercano a 1%, y luego, en abril y mayo, valores algo menores, pero aún elevados. Así, la inflación anual podría acercarse a 10% a mediados de año. Sin embargo, en la segunda parte del año, conforme los precios de las materias primas se normalizan y la demanda interna se modera, la inflación debiese retroceder.

Guerra en Ucrania se convierte en el condicionante principal de la economía global
La duración y profundidad del conflicto determinarán sus consecuencias sobre Chile. Hasta ahora, el mayor impacto será en la inflación, presionada por las alzas en los precios de las materias primas.
Puntos destacados
Mercados financieros globales experimentan elevada volatilidad. Las bolsas internacionales han presentado fuertes caídas en respuesta a la escalada de acciones bélicas y las sanciones impuestas por la comunidad internacional a Rusia. Las tasas de interés de los instrumentos soberanos de EE.UU. y Europa de largo plazo han retrocedido y el dólar se ha apreciado.
Los mercados rusos han sufrido caídas estrepitosas. El rublo se ha depreciado y algunas agencias han rebajado la nota crediticia de ese país. Si bien la exposición directa de bancos occidentales a Rusia es acotada, una eventual crisis financiera en ese país podría tener ramificaciones a varias economías.
En el corto plazo, el principal impacto en la economía mundial será en la inflación. Las alzas en los precios de las materias primas (petróleo y granos, principalmente) por disrupciones logísticas y por las sanciones, pondrán presiones adicionales a una inflación que ya era elevada en el mundo.
Las tensiones financieras, el alza en el valor de la energía y el impacto del conflicto en la confianza afectará la actividad global. Aún es prematuro cuantificar el efecto, el que dependerá de cuán prolongado sea el conflicto. Sin embargo, es posible aventurar una corrección a la baja relevante en las perspectivas de crecimiento del mundo para este año.
En Chile, el incremento en los precios de productos básicos ha llevado a fuertes correcciones en las proyecciones de inflación. Estimamos que el IPC tendrá un aumento sustantivo en los próximos meses, cerrando el año con una variación cercana al 8%, por sobre el 6,2% de nuestro informe previo.
Activos financieros locales han estado sujetos a los vaivenes de las noticias externas, aunque se han visto beneficiados de un alto valor del cobre. El tipo de cambio se depreció marginalmente en el mes, mientras que la bolsa, luego de una caída inicial, se recuperó y cerró con una leve ganancia.
La actividad inició el año con una moderación mayor que la anticipada. Esto sumado a los efectos del conflicto internacional nos llevan a revisar a la baja las perspectivas de crecimiento de este año, que se ubicaría en torno a 1%.
En respuesta a las mayores expectativas inflacionarias, la TPM subiría a un rango entre 7% y 7,5% en la reunión de fines de marzo. Luego, podría volver a incrementarse en mayo si los precios siguen sorprendiendo al alza. Con todo, en la segunda parte del año, conforme la inflación y la actividad tiendan a moderarse, el Consejo tendrá la oportunidad de reducir su tasa.
Prolongación del enfrentamiento bélico y fuertes sanciones a Rusia han impulsado a los valores de las materias primas y generado fuerte volatilidad financiera
La invasión rusa a Ucrania, iniciada la última semana de febrero es, sin duda, el evento con mayores repercusiones económicas en lo que viene. Los efectos son variados y se vinculan a las disrupciones logísticas del conflicto mismo; a las sanciones impuestas por distintos países a Rusia y Bielorrusia; a la volatilidad financiera y a las consecuencias que pueda haber en la confianza de consumidores e inversionistas, en momentos en que el mundo recién comenzaba a recuperarse de la pandemia.
En el corto plazo, el mayor impacto se ha observado en los precios de las materias primas exportadas por los países directamente involucrados. Rusia es uno de los mayores exportadores de petróleo y gas a nivel global, mientras que junto con Ucrania son actores preponderantes en el abastecimiento global de granos y cereales (ambos países constituyen el 25% de las exportaciones de trigo a nivel global). La dependencia energética respecto de Rusia es particularmente relevante en Europa, la mayor región importadora de petróleo (2,7 millones de barriles por día de crudo y 1 mbpd de otros derivados) y de gas (40% del consumo de este combustible en el Viejo Continente proviene de Rusia).
Desde que se desencadenaron las acciones bélicas, el precio del crudo Brent ha subido 20%, el precio del trigo lo ha hecho en 50% y el del maíz en 12%. En el caso del petróleo, el valor venía subiendo desde antes, debido a múltiples fuentes que anticipaban el conflicto militar ya desde enero. El anuncio del presidente de EE.UU. de prohibir su compra desde Rusia le puso aún mayor presión al alza, llegando a niveles de US$ 130 el barril, pero tuvo una corrección a la baja al cierre de este informe, llegando a US$ 120 el barril. Una vez concluido el conflicto, el valor del crudo debiese retroceder, pero aún no es claro hasta cuánto, debido a secuelas geopolíticas que podrían ser prolongadas. Como supuesto de trabajo, asumimos que su valor cerrará el año en torno a US$100 el barril y luego seguirá retrocediendo paulatinamente en 2023.
Las alzas en los precios de las materias primas han renovado las presiones inflacionarias globales, en un contexto donde los precios ya venían exhibiendo fuertes subidas desde fines del año pasado por la recuperación de la demanda en las principales economías.
Más allá de los incrementos de los valores de los granos y el petróleo, otros commodities también han subido fuertemente de precio. El cobre escaló transitoriamente hasta niveles cercanos a los US$ 5 la libra, un nuevo máximo histórico, mientras que los precios de otros metales también subieron con fuerza. El alza del precio del cobre se debió tanto a temores respecto de disrupciones en la oferta -Rusia produce el 4% a nivel mundial-, como a un efecto contagio más generalizado entre precios de materias primas y la mayor aversión al riesgo en los mercados. Hacia delante, niveles históricamente bajos de inventarios y una demanda que se mantendrá relativamente robusta harán que los valores del metal se mantengan elevados, aunque debiesen retroceder hacia niveles coherentes con los fundamentales de largo plazo. Con lo anterior, durante la primera mitad del año se observaría un precio del cobre en torno a US$ 4,5 la libra, para luego cerrar el año más cerca de US$ 4,2 la libra.

Las sanciones financieras impuestas a Rusia (exclusión de un gran número de bancos para operar a través del sistema SWIFT y congelamiento de activos financieros internacionales del Banco Central de Rusia) llevaron al desplome del rublo, que perdió cerca del 50% de su valor. La bolsa rusa, en tanto, luego de caer casi 20%, se ha mantenido cerrada. Hasta ahora no es claro si estas sanciones pudiesen llevar a una crisis financiera en ese país, aunque esta semana ya la agencia Fitch -sumándose a las acciones previas de S&P y Moody’s- volvió a rebajar la nota crediticia de su deuda y la llevó a rango de bono basura (nivel C: altamente especulativo), advirtiendo sobre un inminente default. Si bien la exposición directa de los bancos de los principales países occidentales a Rusia es acotada, una crisis financiera mayor en dicha nación podría tener ramificaciones a otras economías.


La fuerte alza del precio del petróleo y otros combustibles (principalmente gas), sumado a la incertidumbre que genera la guerra y su impacto en la confianza y las expectativas, podrían provocar una recesión a nivel global. Esto dependerá en gran medida de la profundidad del conflicto y su duración, que, con el correr de los días se vislumbra prolongada.
Como resultado, los mercados globales han visto incrementar de manera sustantiva la volatilidad (VIX: +8 puntos) con caídas generalizadas en el mes (MSCI global: -6%: MSCI Emergentes: -12%). Las más afectadas han sido las bolsas europeas, debido a la proximidad del conflicto y su dependencia a la energía provista por Rusia. Así el Stoxx 50 europeo ha tenido un retroceso cercano al 10%. Por el contrario, las plazas de varias economías exportadoras de materias primas que se encuentran alejadas geográficamente del epicentro bélico -Latam en particular- han tenido avances (MSCI Latam: +1%). El dólar se ha tendido a fortalecer (DXY: 2%) y las tasas de largo plazo de instrumentos soberanos han retrocedido ante la búsqueda de refugio por parte de los inversionistas (-5 pb en promedio).
Si bien es posible que en el corto plazo la inflación suba a nivel global, los mercados han apostado a que los principales bancos centrales serán cautos en sus estrategias monetarias. Con todo, al igual que hace un mes, se espera que la Fed suba en al menos seis ocasiones su tasa rectora, para ubicarla arriba de 1,5% a fines de este año debido no solo al alza de la inflación, sino que también por el dinamismo de la actividad y positivas cifras laborales (tasa desempleo de febrero: 3,8% vs. 4% previo; nóminas no agrícolas: 678,000 vs. 423,000 esperado; creación empleo ADP: 475,000 vs. 375,000 anticipado). En el caso del Banco Central Europeo (BCE), en términos generales no se ha modificado la visión dovish que ha trasmitido su presidenta, Christine Lagarde, en reiteradas ocasiones.
Más allá de las implicancias de corto y mediano plazo de la guerra, las consecuencias económicas de largo plazo pueden ser sustantivas y estarán determinadas por el reordenamiento geopolítico que genere este conflicto. Aún es prematuro aventurar el tipo de resultados.

Implicancias del conflicto para Chile
Al igual que en el resto del mundo, los efectos para Chile dependerán del alcance y extensión temporal de la guerra. Los mayores impactos se derivarán de los movimientos internacionales en los precios de las materias primas y de las variables financieras, por cuanto la exposición comercial directa de nuestro país a Rusia es muy limitada. En efecto, en los últimos años las importaciones desde ese país han promediado solo US$ 60 millones anuales (0,1% del total), mientras que las exportaciones han oscilado en torno a US$ 700 millones (1% del total). Quizás el único sector con una exposición directa relevante es el acuícola, donde los envíos de salmones a Rusia han superado los US$ 300 millones anuales (7,5% del total de salmones exportados).

Por ahora, los principales impactos se observan en las fuertes correcciones al alza para las perspectivas inflacionarias de los próximos meses debido a los mayores precios de las materias primas. Así, si hasta antes de la invasión el mercado esperaba que el año cerrara con un aumento de 6% en el IPC, ahora las expectativas apuntan a un incremento cercano a 8,5%. Esto, incluso luego del dato de febrero, que sorprendió a la baja (0,3% vs. 0,7% de Bloomberg y 0,6% de Santander), incidido por la reversión de algunos componentes volátiles (pasaje de avión y paquete turístico).
Los activos riesgosos, luego de perder valor inicialmente, se han recuperado en lo más reciente (IPSA: 2,5% desde el inicio del conflicto) debido al menor impacto relativo del conflicto y las favorables perspectivas para el precio del cobre. La moneda, en tanto, ha estado sujeta a una elevada volatilidad y ha tenido una moderada depreciación desde que se desencadenó el conflicto (0,7%).
Las tasas de interés nominales de más largo plazo se han mantenido estables (BTP10: 5,9%), a diferencia de sus pares internacionales, mientras que las de más corto plazo presentan incrementos en el mes (BTP2: 7,4%, +14 bp) producto de expectativas de un retiro más agresivo del estímulo monetario por parte del Banco Central y mayores primas por riesgo. Así, se ha intensificado la inversión en la curva de retorno. Las tasas en UF por su parte han caído fuertemente (entre 60 y 70 pb, UF5: 1,5%) respondiendo a las mayores perspectivas inflacionarias tanto en el corto como mediano plazo. Las compras recientes de instrumentos de renta fija por parte de los fondos de pensiones también han contribuido al alivio de los papeles estatales. Las tasas swap presentan movimientos similares. Se mantienen estables para los tramos más largos y presentan alzas de hasta 80 pb m/m en la parte corta de la curva (swap 10y: 5,8% y swap 1y: 8,5%), apuntando a alzas relevantes en la TPM en las próximas reuniones.

Aun cuando el precio del cobre ha subido, el alza en el valor del petróleo y otras materias primas importadas redundará en una caída de los términos de intercambio del país. Por su parte, se espera una desaceleración de la economía global, con una corrección a la baja en el crecimiento del mundo que podría llegar a 0,5% o más si el conflicto se extiende por varios meses, lo que incidirá en nuestro sector exportador. Por último, condiciones financieras más estrechas por las alzas de tasa y la mayor volatilidad, así como la incertidumbre que genera el conflicto, mermarán la demanda interna. Esto se da luego de que la economía ya comenzara a evidenciar una desaceleración, tal como se reflejó en la caída mensual del último Imacec de enero (-1% m/m desestacionalizado) y la reducción en el ritmo de creación de empleos. Dado lo anterior, hemos revisado a la baja nuestra proyección de crecimiento para el año hasta 1%, con un sesgo a la baja dependiendo del desarrollo del conflicto bélico.

Respecto de la inflación, estimamos que en los próximos meses veremos un alza sustantiva, tanto por los efectos de segunda vuelta de los incrementos recientes de precios, como por el impacto de las alzas en los valores internacionales de los granos. La operación del MEPCO evitará incrementos bruscos en las gasolinas, pero aun así los mayores precios del crudo incidirán en los costos a lo largo de la cadena productiva. Así, la variación anual del IPC podría ubicarse en torno a 9,5% a mitad de año. Con todo, en la segunda parte, conforme los precios internacionales de las materias primas se devuelvan y la demanda interna pierda fuerza, las alzas del IPC se moderarán. De esta manera, estimamos que la inflación cerrará 2022 algo por debajo de 8%, bastante por sobre el 6,2% que contemplábamos en nuestro PEM anterior. En 2023 la variación del IPC seguirá descendiendo de manera gradual para culminar cerca de 4,7%. La meta del 3% se alcanzaría recién a mediados de 2024.
Implicancias para la política monetaria en Chile
Hasta antes de la guerra, el Banco Central se encontraba en un proceso de alzas de su Tasa de Política Monetaria orientado a moderar la demanda e inducir un descenso en la inflación. Una de las principales discusiones giraba en torno a un eventual desanclaje de expectativas, toda vez que la inflación proyectada por el mercado en el horizonte de dos años superaba el 3%. Así, se esperaba que el Consejo elevara la TPM agresivamente en las próximas dos RPM, para ubicarla entre 7,5% y 8% a mediados del segundo trimestre. Luego, conforme la actividad se desacelerara y la inflación comenzara a retroceder, había espacio para un rápido recorte del tipo rector hacia fines de año.
La guerra y su impacto inflacionario de corto plazo plantean un gran desafío a la conducción monetaria. En este caso, a diferencia de lo ocurrido durante 2021 donde detrás del aumento de los precios estuvo una demanda boyante, las nuevas presiones inflacionarias provienen de un shock de oferta derivado del alza de los precios internacionales. En principio, en la medida que el shock sea transitorio y que las expectativas inflacionarias estén bien ancladas, la política monetaria no debiese responder. Incluso, si el shock genera un efecto negativo en la actividad, como posiblemente será en este caso, el instituto emisor incluso podría tener espacio para un acomodo monetario, tal como se espera ocurra con la Fed. Lamentablemente, nos encontramos en una coyuntura donde las expectativas se han desviado de manera muy sustantiva respecto del 3%. Por lo mismo, las próximas decisiones del Consejo serán complejas.
Dado que en el escenario central previo a la guerra aún era necesario seguir subiendo la TPM, desde un punto táctico, es probable que un aumento sustantivo de esta, de entre 150 y 200 pb en la próxima reunión de fines de marzo -llevándola a entre 7% y 7,5%-, le permitiría al Banco Central ponerse nuevamente delante de la curva. Ello contribuiría a alinear las expectativas con la meta y le daría tiempo al Consejo para evaluar los alcances del conflicto a mediano plazo y calibrar los futuros movimientos de la tasa. Si se acumula evidencia de un impacto relevante a la baja en la actividad, que augure un descenso en la dinámica de precios, podrían no ser necesarias nuevas subidas de tasa. Por el contrario, si las tensiones geopolíticas y la dinámica propia de los precios hacen que el IPC siga sorprendiendo al alza y que las expectativas se mantengan muy por sobre la meta, no sería descartable un nuevo incremento en la tasa en la reunión de mayo de 100 pb, para ubicarla entre 8% y 8,5%.
Con todo, prevemos que, en la segunda parte del año, conforme la inflación entre en una trayectoria descendente, el Consejo tendrá espacio para considerar reducir la TPM. Así, la tasa podría cerrar en torno a 7% a fines de 2022 y luego descender hasta 5% en diciembre de 2023.

(Fuentes: AFP CAPITAL, BANCO CENTRAL, BLOOMBERG, DIARIO FINANCIERO, EL DÍNAMO, INFOBAE, SANTANDER)